jueves, octubre 18, 2007

El primer vuelo de Uruguay a la Antártida: 28 enero 1984

Publicado en Historias y Artículos de http://www.pilotoviejo.com/
Por Eduardo Aguirre
enero de 2004

El primer vuelo a la Antártida
Estoy casi seguro que se podría elegir una mañana del mes de mayo de 1982, durante la cual se realizó una reunión informal en la Brigada Aérea I, como el punto inicial para el comienzo de la génesis de la primer misión a la Antártida de la Fuerza Aérea. A partir de ese momento, es recién, cuando se vislumbra finalmente la concreción de un hermoso sueño visionario que había comenzado allá por 1964 con algunos proyectos; renovados con insistencia cada tanto, pero que siempre fueron rechazados con frialdad y hasta burlas; que ya por ese entonces comprobaban la factibilidad; y aun más la imperiosa necesidad; de volar hacia la Antártida.
Fue a partir de ese trivial instante perdido en el suceder de los acontecimientos, que comenzaron los interminables trámites burocráticos administrativos; algunos muy necesarios y otros no tanto, pero, imprescindibles todos para lograr los objetivos propuestos y especialmente para convencer a los indiferentes y los apáticos de siempre.

Se realizaron Estudios de, Estado Mayor, de Diseños, de Factibilidad, de Construcción y de Costos, que culminaron con la decisión de preparar un Fairchild FH-227D para apoyar al Instituto Antártico Uruguayo.

Luego de la esperada “Luz Verde”, desde el propio Comandante en Jefe emanaron las dos únicas, pero importantes, limitaciones que le fueron impuestas a la misión: la primera era que las tareas a realizar no podían generar costos y la segunda fue que se debería observar la máxima seguridad en la operación. Para cumplir con la primera, solo se requería emplear mucha imaginación, inventiva e ingenio y para la segunda, no teníamos ningún inconveniente en cumplirla, ya que éramos muy buenos profesionales. Pero además teníamos todos bastante experiencia en volar en zonas frías, ya que habíamos realizado vuelos por la ruta del Atlántico Norte, es decir habíamos ido y regresado hasta Holanda, en los F-27, haciendo escalas en Groenlandia, Islandia y el Labrador en Canadá. y sabíamos lo que se requería.
Ante un futuro que se veía tan cautivante, se puso en marcha voluntariamente un ánimo decidido que logra imponerse a los burócratas, los quejumbrosos, a los temerosos y displicentes de toda hora, que empuja a toda potencia los diseños y trabajos para modificar y adaptar al avión seleccionado, que fue el Fairchild FH-227D matricula 572 del Grupo de Aviación Nº 4 Transporte.
Los puntos más importantes a desarrollar fueron; un sistema de tanques “ferry” internos que aumentaron la capacidad de combustible en 4000 libras, se llevó la capacidad de 9000 a 13000 libras, por lo que se dispuso de una autonomía de 7 horas de vuelo. Esa autonomía eliminaba la condición de tener que planificar los vuelos utilizando un “punto de no retorno” y permitiría ir hasta la Isla Rey Jorge, hacer una aproximación, regresar a Punta Arenas, hacer una aproximación, volar hasta el aeródromo de alternado en Río Gallegos, hacer una aproximación y en la teoría el combustible se terminaría después de la arremetida, pero esa condición tan desastrosa de errar 3 aproximaciones era imposible que se diera, pero igual se previó. Luego se instaló el sistema de navegación Omega LTN-211, interconectado al piloto automático y al Director de Vuelo; además un radio altímetro Collins ALT-55 y se le agregó entre los equipos de comunicaciones, una radio de VHF de frecuencia naval.
Es interesante conocer algo de la historia de la invención y construcción de estos tanques de combustible auxiliares. Estaba todo realizado con partes del sistema de combustible de los viejos y honorables C-47, ya dados de baja.
Se encontraba conformado por tres tanques e impulsado por dos bombas eléctricas, todo incluido dentro de la bodega de carga. Finalmente se conectaba al sistema normal del avión, después de atravesar la parte presurizada a través de una pieza en T, hasta donde estaba la unión del punto de carga único. Todo el sistema fue inventado y realizado por los ingenieros y los técnicos del Servicio de Mantenimiento. Como pueden imaginarse al ser confeccionado con partes de un avión que ya no se encontraba en actividad y con mucho de ingenio, su costo fue cero, cumpliéndose así con las premisas restrictivas y le permitía al avión aumentar en más dos horas su autonomía.
Durante los vuelos de prueba se constataron algunos problemas menores que fueron rápidamente solucionados, como adaptar tubos de venteo y drenaje, pero lo más importante que se comprobó era que, con las dos bombas eléctricas funcionando, el trasvase superaba el consumo del avión y recompletaba los tanques principales colocados en las alas; con una sola bomba la cantidad trasvasada era igual al consumo, pero sin ninguna bomba funcionando, la propia presión del sistema de presurización hacía que igual subiera el combustible, pero en una cantidad algo menor al consumo de los motores, que era de 1800 libras por hora.
Por lo tanto era tan seguro que, como decía un ingeniero de vuelo, el “Bayano” Sánchez –“Esto es tan bueno que funciona hasta apagado.”
A los posibles integrantes de las tripulaciones se le dictaron cursos informativos sobre astronomía polar, sobrevivencia en zonas heladas, uso de equipo polar personal y manejo de las balsas salvavidas; se buscó y se recopiló información aeronáutica y geográfica y finalmente el entrenamiento de vuelo fue desarrollado por operaciones del Grupo 4, preparando las tripulaciones para el cumplimiento de la misión.
De toda esta etapa se sacó una conclusión importante, el tiempo de sobrevivencia en el mar, con el cuerpo mojado, era de solamente 2 a 3 minutos, por lo cual se solucionó un problema, en caso de amaraje... no había que preocuparse.
Con todo pronto quedamos a la espera, y finalmente apareció la resolución Nº 61.786 del 25 de enero de 1984, que fue la que le dio un marco legal a la primera misión del Uruguay al Territorio Antártico.
Con las primeras luces de la mañana del 27 de enero de 1984, decolamos con el FAU 572 de la pista 06 del aeropuerto de Carrasco a las 0605 y pusimos rumbo a Santiago de Chile, primera parte de la misión.
Cuando entramos en la cabina, entre los tres pilotos, cumplimos con el conocido ritual de dividirnos el vuelo con el típico sorteo poniendo papelitos en un gorro. Yo haría la primer etapa, la segunda la realizaría Méndez y la tercera Pallas y así seguiríamos rotándonos sucesivamente.
En el edificio de operaciones quedaron varios amigos que vinieron a despedirnos y desearnos suerte en el vuelo, pese a la tan temprana hora.
Nivelado y sobre la vertical de Ezeiza se nos presentó el primer inconveniente, la computadora del equipo Omega comienza a dar una alerta de mal funcionamiento, consultamos en el manual el código de error y su respuesta fue clara, se requiere su cambio. Por suerte habíamos traído una de repuesto que es sustituida en vuelo, reprogramándose, lo que nos permitió continuar volando y recibiendo la información sin más inconvenientes.
Luego de realizar el ya familiar procedimiento de aproximación por instrumentos que nos lleva por alrededor de un cerro y luego durante el tránsito estar atento a la torre del gasómetro, aterrizamos en el aeropuerto de Los Cerrillos a las 10.45, luego de 4 horas y 49 minutos de vuelo directo desde Montevideo.
Algunos pilotos del Grupo 10 de la Fuerza Aérea Chilena nos esperaban para brindarnos las últimas informaciones sobre el destino final. Sobre todo lo referente al estado actual de la pista, algunas condiciones meteorológicas especiales, típicas del lugar, extrañas para nosotros, pero habituales para la zona y las ayudas electrónicas de tierra disponibles en el momento.
El 28 de enero a las 08.40 decolamos de Santiago hacia nuestro próximo destino el aeropuerto de Punta Arenas, donde tomaríamos la decisión final.
Elegimos para esta parte del vuelo; que se realizó en su totalidad sobre la cordillera de los Andes, atravesándola de norte a sur; el nivel de vuelo 200 y luego el de 210, asegurándonos la máxima autonomía y una adecuada velocidad de crucero.
Pese a volar siempre sobre la cordillera, todo se desarrollaba sin inconvenientes, pero ya próximos al bloqueo del lateral del radio faro de Lago Argentino, mientras estábamos sobrevolando un frente frío, pero manteniéndonos en condiciones VMC (condiciones meteorológicas visuales) sobre el tope de las nubes, una turbulencia moderada rompió la monotonía del vuelo, turbulencia de aire claro producto del frente o de las montañas, breve, seca, pero lo suficientemente fuerte para recordarnos la realidad del vuelo... y que tuviéramos cuidado con la bombilla y el agua caliente al cebar.
Aun sobre la cordillera, volando a nivel 210 y ya acercándonos a Tierra del Fuego, comenzamos a notar un enrarecimiento de la atmósfera, lo que es acusado por una disminución de la velocidad indicada y una leve pérdida de efectividad de los comandos, ante lo cual decidimos descender a nivel 190.
A las 14.15 luego de seis horas y once minutos aterrizamos en el aeropuerto “Presidente Carlos Ibáñez del Campo” en Punta Arenas, realizando una panorámica recta final, vectoreados por el radar, sobre el Estrecho de Magallanes y con un viento arrachado de entre 40 a 45 nudos, normales para esa ciudad.
Luego de recibir la información meteorológica, establecimos por intermedio de la radio de HF del avión comunicación con el predictor meteorológico ubicado en la Base Marsh en la Antártida, quien, dadas las condiciones imperantes recomienda que es posible aprovechar ese momento para cruzar.
La decisión la tomamos entre los tres pilotos, vamos a proseguir el vuelo basados en los informes favorables de los meteorólogos de Punta Arenas, coincidentes con el de la Base Marsh y lo que pudimos apreciar en la foto que envió el satélite meteorológico GOES 8.
La situación que se nos presenta es la de un centro de baja presión que se encuentra ubicado sobre el canal de Beagle, produciendo nevadas en Ushuaia, con formación de hielo y turbulencia moderada, pero que está desplazándose lentamente hacia el Este.

Entonces tomamos la decisión: decolamos.
Dejamos la pista a las 16.16 con destino al territorio insular antártico. En la trepada empezamos a tener formación de hielo y comenzamos a activar los sistemas de deshielo y antihielo.
Por entre las nubes alcanzamos a divisar un paisaje entre desolador e impresionante, grandes montañas con nieve, glaciares que desembocan en el mar, bosques de altas coníferas y ningún signo de vida. Son las estribaciones de la Tierra del Fuego, es el final de América. Estamos atravesando “el fin del mundo”.
Inconscientemente sentimos que la tensión aumenta y recurrimos a un viejo recurso, hablar por radio, sintonizamos a CXJ; la estación del control de vuelos de la Base 1; y la voz clara y segura del operador nos responde enseguida, le informamos del cruce, la condición de vuelo y nuestra estima, la tensión va disminuyendo y el ingeniero sobrante comienza una nueva ronda de mate bien caliente.
Al llegar al nivel de vuelo 170 estamos en condiciones VMC (condiciones meteorológicas visuales), entre dos capas de nubes, decidimos mantenernos ahí, el centro de baja presión va quedando por debajo, atrás y hacia la izquierda de la ruta. Las características meteorológicas del área, indudablemente, difieren bastante de las habituales para nuestras latitudes.
El sistema de navegación Omega nos permite conocer con exactitud nuestra posición en todo momento y da precisión a nuestros reportes. Lateral las islas del Cabo de Hornos el ingeniero de vuelo que atendía el trasvase de combustible nos avisa que la bomba de combustible Nº 2 del sistema ferry ha dejado de funcionar. Ambos Suboficiales ingenieros de vuelo prestamente la desmontan, desarman y se ingenian para repararla con algún material improvisado. Luego de armada la prueban en vacío: funciona. La instalan nuevamente y se comprueba que la falla ha sido subsanada, solo treinta y cinco minutos pasaron desde que se produjo el inconveniente hasta su nueva puesta en funcionamiento, nos reímos y les comentamos a los ingenieros acerca de su celeridad y eficiencia y dado que son tan capaces, aprovechen sus conocimientos para calentar el agua y comiencen una ronda de mate para todos ya que el que teníamos se había enfriado.
A las 170 millas náuticas de distancia el radar de abordo mapea las islas de la península antártica, primero la Elefante y luego la Rey Jorge, que es nuestro destino. Más cerca, próximos a la isla aparecen en el radar unos puntos y luego de unos minutos los alcanzamos a identificar, son inmensos témpanos flotando el mar.
El control de área de March nos informa que las condiciones meteorológicas están empeorando rápidamente. Situación que también aprendimos ocurre normalmente en la zona, dejando desairadas todas las previsiones. El techo ha bajado a los mínimos, pero la visibilidad aun se mantiene bastante aceptable. Nos aprontamos para efectuar una aproximación por VOR (radio faro de muy alta frecuencia) para la pista 11, 30 millas afuera comenzamos el descenso y pronto estamos en condiciones IMC (condiciones meteorológicas de instrumentos).
Nos acercamos y los minutos pasan cada vez más lentos, en forma directa nos colocamos en la radial de acercamiento y entramos en la aproximación final, las nubes comienzan a quebrarse a los 500 pies de radio altímetro, que sube y baja cada vez que pasa por encima de los grandes témpanos. Luego vemos el reflejo de la luz en blanco y azul sobre esos grandes trozos de hielo flotantes de diferente tamaño que aparecen en el mar. Pese a la tensión del momento, igual todos aprovechamos para tomar fotos de la aproximación y de la isla que se acerca entre nubes. Ahora debajo nuestro solo pequeños témpanos y un mar grueso, encrespado y de color azul grisáceo. Los pingüinos parados sobre los hielos flotantes parecen levantar la cabeza para mirarnos pasar. Estamos llegando. Entre los jirones de nubes cargadas de nieve que se pega y corre sobre el parabrisas, aparece una mancha de forma rectangular de color marrón, marcada adelante por el parpadeo de las luces estroboscópicas, grandes paneles de color naranja indican la cabecera. Está colocada arriba de una barranca de unos 30 metros que cae a plomo sobre el mar.
¡ Pista a la vista !. – Pallas que venía “metido dentro del Director de Vuelo” realizando la aproximación, levanta la vista y confirma, - “Pista a la vista”. -“Terminado el control para aterrizar“- avisa el ingeniero de vuelo. -”Velocidades de aterrizaje: 110 y 85”.
Alguien comenta – “Pero... parece un portaaviones”.
Nos preparamos para aterrizar, el viento es de los 080º de 20 a 25 nudos, descendemos más y cruzamos rozando el acantilado y el radio altímetro sube de un salto mostrando la altura, ahí mismo empieza está la cabecera, cortamos todo y el avión toca el suelo rugoso de la pista de piedra compactada.
- ¡ Frenos y paso de hélice a cero grado ! ¡ Flaps subiendo a 16 y 1/2 !... La carrera de aterrizaje es corta, solamente unos 400 mts. El avión se detiene.
¡ Uruguay ha llegado a la Antártida !
Son las 19.35 del 28 de enero de 1984.

Detalles de la misión
Tripulantes (5):
Tte. Cnel. Av. Eduardo Aguirre
Tte. Cnel. Av. Jorge Mendez
May. Av. Roberto Pallas
Sgto. AT Arol Sanchez
Sgto. AT. Antonio Ferrari

Pasajeros (13):
Delegación del Instituto Antártico Uruguayo
la tripulación del FAU 572

Aeronave FAU 572 del Grupo de Aviación No.4 Transporte:
Fairchild FH 227D – LCD (Large cargo door)
Biturbohélice, motores Rolls Royce Dart 532-7L, con inyección de W/M. (agua metanol)
MTOW: 45.500 Lbs, MLW: 45.000 Lbs, MZFW: 41.000 Lbs, OW: 30.100 Lbs.
Carga de pago a la Isla Rey Jorge: 4.400 Lbs.

Aeródromo destino en la isla Rey Jorge:

Designación: SCRM
Localización: 62º11’30’’S / 058º57’00’’W
Pista: 1.305 x 50 mts
Orientación: 110º/290º
Radioayudas: NDB. IRJ 360. VOR. IRJ 113.3
Luces: Conos naranjas con balizas eléctricas, REILS Y VASIS.
APP: 119.7 TWR: 118.1

Plan de vuelo de la última etapa:

Desde PUNTA ARENAS a posición HORNO: 238 mn / 01 hr.17’.
Entre posiciones HORNO y DRAKE: 207 mn / 00.55’.
Entre posiciones DRAKE y KRILL: 143 mn / 00.39’.
Desde KRILL a la Base Tte. MARSH: 77 mn / 00.26’.
Totales: 565 mn / 03 hrs 17’

sábado, julio 21, 2007

Primer vuelo de la FAU a la Antártida



El Fairchild Hiller F-227 fue el primer avión de la Fuerza Aérea Uruguaya que aterrizó en la Antártida

martes, junio 26, 2007

Los puertos del Plata en la ruta antartica durante la "etapa heroica"

Autores:
Cristina Montalban - Instituto Antartico Uruguayo.
Ricardo Capdevilla - Jefe del programa Museoantar, Dirección National del Antartico, Argentina

Este texto ha sido tomado del sitio web HISTARMAR - Historia y Arqueologia Marítima - http://www.histarmar.com.ar  
que es publicado desde el 15 de Abril del 2003, por Carlos Mey -- Martínez - Argentina Direccion de e-mail: histarmar@fibertel.com.ar 
"ACTA , NON VERBA" - "VERBA VOLANT- SCRIPTA

El presente trabajo fue presentado en el IX Encuentro de Historiadores Antarticos Iberoamericanos, realizado en Lima, del 19 al 22 de setiembre del 2005, en el marco de la XVI Reunion de Administradores de Programas Antarticos Latinoamericanos.
Derroteros de la Mar del Sur - n° 13 (2005), pp. 79-94

El objetivo de este trabajo es evidenciar la importancia que los puertos de ambas orillas del Plata tuvieron en el enlace marítimo con el continente antártico. Queremos dejar en claro que este informe no implica -de ninguna manera- realizar una pugna de méritos, ni argumentar o polemizar sobre teorías o reclamos jurídicos, tema que el Tratado Antártico, que rige para todos los países signatarios, hace totalmente injustificado.


La particular situación geográfica de la Antártida, aislada por un cinturón de mares, con profundidades abismales que lo separan de América en distancias de unos 1.000Km, y hasta 3.600 con relación a África, fue la causa de que durante siglos su existencia fuera mas supuesta que conocida. De manera lenta, dispersa y muchas veces fortuita, se fue delineando la cartografía tentativa de los mares australes, siendo una de las primeras informaciones sobre ella, la brindada en 1502 por Américo Vespucio.
Reportó tierras avistadas aproximadamente en 52° S, que corresponderían a las Malvinas, lo cual fue vinculado al descubrimiento del Estrecho de Magallanes, que en 1520 llevo a la teoría de que la Tierra del Fuego era parte del continente desconocido
Desde estos inicios nebulosos, hasta cubrir la extensa cronología de intrépidos viajes de la que se conoció como "etapa heroica marítima", Montevideo y Buenos Aires, signados por su position geográfica, resultaron fundamentales, y pautaron una serie de vínculos indiscutibles -en principio- con el "lejano Sur" y, en ese avance gradual, en el mismo registro histórico de la Antártida.

Europa y la pugna por las regiones australes
Como se conoce, las regiones australes estaban incluidas dentro de las posesiones de España, de acuerdo al Tratado de Tordesillas (7 de junio de 1494), que rectificó la divisoria territorial del mundo entre esa potencia y Portugal, marcada por bula del Papa Alejandro VI. Inglaterra no reconoció dicho derecho, sosteniendo que el único valedero era el de la acción de sus navegantes.
La potencialidad de la zona en cuestión para la caza de especies marítimas, fue el motivo de la presencia -hacia 1735- de balleneros y loberos ingleses. La meta inicial de Malvinas se conjugo con el establecimiento posterior de unas veinte loberías en la costa patagónica, y la ampliación del área de operaciones cuyo radio de acción alcanzo la Isla de los Estados, el Estrecho de Magallanes e islas aledañas.
Esta cuestión, unida a la preocupación por la vigilancia de la ruta del Cabo de Homos, que abría las puertas del Pacifico, instrumento la organización de las escuadras que al mando del general Pizarro y del comodoro Anson plantearon en 1740 la pugna por aquellas zonas. Vencidas por el hambre, la sed y las revueltas, ambas flotillas resignaron miles de vidas en esas aguas inhóspitas. Pizarro no logro impedir que las maltrechas naves del ingles llegaran al Pacifico, pero los puertos de Buenos Aires y Montevideo, en los que se refugiaron el Asia y la Esteban, de la menguada flota española, recogieron como único beneficio, un grupo de oficiales con experiencia en navegaciones australes, que seria utilizado por las autoridades platenses en viajes posteriores con ese destino.
En 1745, uno de ellos, el alférez de navío Joaquín Olivares, tomo el mando del navío San Antonio en procura de la instalación de una misión Jesuítica en las costas patagónicas. Si bien el proyecto se reconoció como impracticable, por no encontrar lugar adecuado para el establecimiento ni haber indígenas para poblarlo, resulto importante por el reconocimiento de la costa, que permitió a los españoles levantar cartas náuticas de la zona. En el mismo sentido, se debe hacer constar las dos expediciones sucesivas al mando de otro de estos destacados marinos, el teniente de fragata Manuel Pando. Realizadas a bordo del bergantín San Francisco de Paula -en octubre de 1766 y diciembre de 1768- van a encarar nuevamente la colonización de la costa patagónica mediante la catequización de los indios. En esta oportunidad se sumo a los objetivos de la misión la localización de posibles establecimientos extranjeros. Es de hacer notar que Francia también había advertido las ventajas de instalarse en las tierras australes. Dicha instalación abarcaría varios fines, bastante disimiles, pero complementarios en la política marítima de las potencias europeas: estratégicamente representaría una base de escala propia en la navegación hacia las Indias, económica-mente proveería de aceite de lobos y ballenas, añadiendo a esto los recursos de la pesca del bacalao y los bosques.
A cargo de hacer realidad ese objetivo zarpo, desde Saint Malo, Louis de Bouganville, recalando en Montevideo a fin de componer su fragata -L'Aigle- y aguardar a la corbeta L 'Sphinx.
El gobernador Joaquín de Viana, de acuerdo a la alianza entre ambos reinos, presto toda la colaboración a la expedición, aunque sospechando las intenciones que los franceses se guardaron de manifestar.
El 16 de enero de 1764 las naves zarparon rumbo a Malvinas, y el 5 de abril, terminada la construcción del fuerte, se llevo a cabo la ceremonia de posesión de las islas.
España, por su parte, consideró que si permitía la ocupación a los franceses, podría facilitar el contrabando con las costas de Chile y Perú; y, peor aún, no podría impedir que lo hicieran también los ingleses. Un arreglo diplomático, en que se reconocía el derecho de posesión español de las Malvinas, llevo a que se entregara Port Louis.

Desde Montevideo zarpó Bouganville - el 15 de febrero de 1767 - con el fin de cumplir las órdenes de entregar el citado establecimiento, previo pasaje por la capital del virreinato "con el fin de auxiliar con sus luces las pocas o ningunas que teníamos de aquel país", y de recibir de los jueces y oficiales reales lo que restaba de una indemnización pactada por la entrega. Pero había otro establecimiento en Malvinas que preocupaba a la corona española. En diciembre de 1766, sin delatar el punto geográfico de su base, el comodoro McBride había intimado -sin resultado- a los franceses la evacuación de Port Louis.

Consciente España sobre el peligro que esto implicaba para su soberanía, implementó sucesivas expediciones de reconocimiento. Entre ellas destacan:
- la encomendada al capitán de fragata Domingo Perler, a bordo del chambequin Andaluz, con salida desde Montevideo el 23 de diciembre de 1768,
- el viaje del teniente de navío Francisco Gil y Lemos, zarpando de Buenos Aires en diciembre de 1768 en la fragata Santa Rosa, y
- desde el mismo punto, el 6 de enero de 1770, la partida del piloto José Goicoechea hacia Deseado, donde debía aguardar el arribo de las fragatas Santa Catalina, a cargo del capitán de fragata Fernando Ruibalcaba, y el chambequin Andaluz, comandado por el ya mencionado Perler. Esta última expedición confirmo las presunciones españolas, ya no existían dudas acerca del enclave inglés de Puerto Egmont, que desde el 8 de enero de 1765 se había establecido en la parte oeste del archipiélago de Malvinas, mirando estratégicamente hacia la costa oriental patagónica y Estrecho de Magallanes.

La guardia del Plata
La corona española delegó la responsabilidad de la custodia y preservación de la región sureña en ambas ciudades del Plata. La tarea resulto difícil por varios factores: la vulnerabilidad que implicaban la distancia, la inclemencia y la soledad de esas tierras inhóspitas, y la calidad de los intereses -tanto económicos como políticos-que allí se conjugaban.
En la Península se generaron una serie de medidas, la primera de las cuales se patentizó el 8 de mayo de 1770, cuando el gobernador de Buenos Aires ordenó la organización de una expedición al mando del general de la Armada Juan Ignacio de Madariaga. La fuerza, compuesta por las fragatas Industrie, Santa Bárbara, Santa Catalina y Santa Rosa y el chambequin Andaluz, zarpó de Montevideo el 11 de mayo con órdenes de forzar la evacuación de Port Egmont. Tal misión se llevo a cabo exitosamente, con la capitulación lograda el 10 de junio. El alerta permanente por la amenaza en sus colonias de América llevó a la corona hispánica a dictar disposiciones fundamentales:
  • el 8 de agosto de 1776 se creo el Virreinato del Rio de la Plata, con Buenos Aires por capital,
  • otra real cedula fechada el siguiente día designaba a Montevideo como Apostadero del Atlántico Sur, con la responsabilidad de la defensa de la soberanía de la corona española en la región, y custodia de las bajas latitudes atlánticas.

jueves, febrero 08, 2007

Montevideo cobijó los restos mortuorios de Shackleton

EL FALLECIMIENTO DE SIR ERNEST SHACKLETON.-
El 5 de enero de 1922, este expedicionario inglés falleció a bordo del “Quest”, cuando se encontraba en Georgia del Sur, dispuesto para un nuevo emprendimiento exploratorio en la Tierra Enderby.
Sus restos llegaron a Montevideo el 29 del mismo mes y al día siguiente fueron embalsamados en el Hospital Militar.
El 15 de febrero, luego de rendírsele los honores correspondientes, fueron llevados nuevamente a Georgia del Sur para que disfrutase eternamente de aquellas tierras que fueron su motivo de vida.
Fuente: disertación de la Lic. Cristina Montalbán durante el 1er.Simposio sobre Actividades e Investigación Científica en la Antártida – octubre de 2004.
La Lic. Montalbán es egresada de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación; integra el Grupo de Historiadores Antárticos Iberoamericanos que funciona en el ámbito de la RAPAL (Reunión de Administradores de Programas Antárticos Latinoamericanos).
email: olo03@adinet.com.uy

Dos uruguayos participaron en la XXI campaña antártica argentina en 1956

50º ANIVERSARIO DE LA CAMPAÑA ANTÁRTICA REALIZADA POR DOS OFICIALES DE LA ARMADA NACIONAL POR INVITACIÓN DE LA ARMADA ARGENTINA.-

Entre el 26 de noviembre de 1956 y el 30 de marzo de 1957, los entonces Teniente de Navío(C.G.) Ruben R. VARELA (f) a bordo del rompehielos A.R.A. GRAL. SAN MARTÍN y Alférez de Navío (C.G.) Héctor W. BOMIO a bordo del transporte A.R.A. BAHÍA AGUIRRE, participaron en la XXI Campaña Antártica Argentina. Manifestó el Capitán de Navío (C.G.)(R) Héctor W. BOMIO cuando hizo entrega al Comandante en Jefe de la Armada Vice Almirante Juan H. Fernández Maggio de una copia del informe que elevó al Mando Naval al regresar de su misión, …”recuerdo con emoción las experiencias marineras vividas, los trabajos realizados, los peligros sorteados, la amistad sincera y necesaria entre personas, no importa su nacionalidad, que trabajan en este continente con un clima cambiante tan rápidamente, con temperaturas bajo cero, con temporales frecuentes, vientos de hasta 180 km/h y que necesitan ayudarse…” El mes de febrero de 1957 les encontró navegando entre Islas Orcadas e Isla Livingstone, destacamento Teniente Cámara y bahía Escurra. Es de destacar que entre 1957 y 1958 se desarrolló el Año Geofísico Internacional durante el cual se llevaron a cabo las investigaciones y conversaciones que desembocaron en la firma del Tratado Antártico en diciembre de 1959.

Esta información surge de la disertación de la Lic. Cristina Montalbán durante el 1er.Simposio sobre Actividades e Investigación Científica en la Antártida – octubre de 2004.
La Lic. Montalbán es egresada de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación; integra el Grupo de Historiadores Antárticos Iberoamericanos que funciona en el ámbito de la RAPAL (Reunión de Administradores de Programas Antárticos Latinoamericanos).

La Asociación Civil ANTARKOS posee copia del informe que acredita la veracidad de estos datos, según lo publica en su Comunidado del mes de febrero de 2007.
Fuente: olo03@adinet.com.uy